lunes, 30 de abril de 2018

Desnaturalización.

El ser humano, como bien mencioné en una de mis publicaciones anteriores, es construido por una sociedad. La continua convivencia con el resto de humanos es la que determina nuestra formación como personas, la que nos hace adquirir unos hábitos u otros, una ideología u otra.
En este post nos centraremos más en la unidad política que rige dicha sociedad, en cómo esta afecta al hombre.

Actualmente, la unidad política por excelencia es el Estado, pero, ¿hasta qué punto esta unidad es beneficiosa para el ser humano? Como bien afirmaba Rousseau, el Estado y sus represivos métodos son un instrumento de desnaturalización humana, un disparo certero en nuestra verdadera naturaleza. 

No sé a ciencia cierta si antes de la sociedad los seres humanos éramos seres bondadosos en su total plenitud, pero lo que sí creo y de lo que estoy prácticamente segura es de que este método de organización nos corrompe por dentro, nos vuelve codiciosos, violentos, mentirosos; y es entendible, pues cómo vivir sino en un estado en el que una gran mayoría vive oprimida por una clase superior. Dominada. Amaestrada para trabajar por y para  mantener a sus gobernantes. 

Tampoco creo en un estado bueno. Si somos sinceros, todos buscamos un bien propio. Eso es irrefutable. Y si todos buscamos esto, ¿cómo actuaríamos si tuviéramos la oportunidad de vivir a costa de los demás, sin esfuerzos físicos, sin "partirnos el lomo"? 

Tristemente, esto es a lo que esta sociedad nos ha educado; a lo que el Estado nos ha educado. Lo que ha desnaturalizado al hombre en una cierta medida, pues ningún ser humano nace siendo codicioso, violento o mentiroso. En cambio, nuestra forma de vida bajo esta represión política clasista nos obliga a ser así.

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